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Llueve, llueve, ¡Uuuy, cómo llueve!

Nadie nos dijo nunca que en esta ciudad llueve todo el año. ¿No me crees? Vamos, te reto a que hagas una pequeña “bitácora” y te sorprenderás que no hay un solo mes del año en que no llueva. Aunque sea un solo día, ni en diciembre nos salvamos.

Pero siempre nos toma por sopresa…

Otra cosa que nunca nadie nos dijo es que la ciudad está asentada en un lago…. El islote dichoso de los aztecas es apenas una pequeña parte de lo que ahora es una ciudad que, cada año, se sorprende de que ocurran inundaciones.

Ahora las malas noticias: se dirigen dos huracanes hacia nosotros y, aunque no sentiremos el impacto directo, va a seguir lloviendo… y mucho.

¿Hasta cuándo se va a dar cuenta el gobierno que la lluvia no es atípica y que esta -cada año- va a venir a sembrar el caos?

¿Cuándo aprenderán que se deben de emprender acciones directas para evitar que la lluvia -cada año- quiera devolver a la urbe su condición lacustre?

¿Cómo le haremos para que entiendan que toda esa agua que cae, que es mucha, la podríamos aprovechar para otra cosa? Existen varios planes para almacenarla en la zona oriente pero que nunca llegan a concretarse debido a que se nos olvida lo típico de lo atípico.

Hasta que los chilangos no terminemos nuestro pleito con Tlaloc -y dejemos de pensar que la lluvia es una afrenta directa- no podremos decir que esta metrópolis está lista para enfrentar las (largas y abundantes) temporadas de lluvias que cada año nos “sorprenden”.

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