En el mundo de hoy nos acostumbramos a que el grito valga más que la risa, que el rezongo valga más que la paz. Si queremos ser escuchados, debemos gritar.
Nadie podría decir que no estamos complicados y que nuestra red social, de la cual todos somos responsables, se ha ido transformando en algo que emocionalmente, que desde el área que me compete, adquiere indicios dignos de reflexión.
La rabia es una de las emociones más importantes que expresamos. De hecho no nos podemos reír mucho porque es un signo de superficialidad, pena no podemos tener porque uno se muestra débil y fácilmente vulnerable. El miedo lo aceptamos más pero por pocos periodos. Entonces la rabia es el único mecanismo emocional producto de lo poco asertivos que somos, que nos legitima y ahí creo que hay un punto para analizar.
Porque si estoy enojado, nos escuchan, nos respetan y nos validan. Por eso funcionan las protestas porque es la emoción de la rabia la que es escuchada.
Esto tiene muchas causas y muy complejas pero por aportar algunas podría decir que como nos cuesta mucho decir lo que sentimos, vamos acumulando y cuando se nos abre una válvula social que permita la salida, esta sale sin filtro en la mayoría de los casos y tiende a desvirtuarse en el desarrollo del proceso.
Además hemos generado una sociedad solamente basada en los derechos, con cero conciencia de deberes y donde la pregunta de ¿Qué entrego yo para que esto mejore? No se escucha en ninguna parte.
Debemos sentarnos a conversar, mirarnos a los ojos y descubrir que todos queremos los mismo, que los caminos pueden ser diferentes pero al final del día, todos lloramos por las mismas cosas, amamos las mismas cosas importantes de la vida y por lo tanto debemos potenciar otras emociones y no sólo la rabia.
Es peligroso que un país sólo busque la rabia para poder respetarse y escucharse. No discuto que por lo que se pelea es necesario y transformador, pero la forma dentro de la expresión emocional que estamos utilizando nos refleja que tenemos que aprender a ser mejores personas.