Mientras unos rompían trozos de cemento, otros sacaban escombros en busca de personas con vida; algunos repartían alimentos y unos más vigilaban la zona. Entre la multitud había un grupo que no dejaba ni una carretilla sin revisar; su labor: recuperar los objetos rescatados, como muñecos de peluche, fotos, discos y otros documentos de las personas que resultaron damnificadas.
Con ánimo de ayudar y sin saber que su misión sería la de separar los objetos rescatados, Susana llegó a la zona de derrumbes en la calle Escocia, en la colonia Del Valle, donde esperó varias horas antes de comenzar.
Al llegar al primer filtro de seguridad, un grupo de brigadistas utilizó un plumón indeleble para marcar la muñeca derecha de Susana con su nombre, tipo de sangre y teléfono. En el segundo filtro, la chica recibió un casco, cubrebocas y guantes especiales. «No te lo quites por nada», le recomendaron.
Una vez superados los puntos de revisión, Susana se unió a una brigada de feministas, que se molestó cuando les indicaron que no les permitirían cargar escombros, por lo que les asignaron tareas menos pesadas, como pasar cubetas vacías, repartir bebidas, comida o clasificar los objetos rescatados.
La misión del equipo de Susana consistía en que cada que un hombre salía de la zona de rescate con un carretilla llena de escombros, ella y las demás mujeres corrían a recuperar los objetos, con la esperanza de que los propietarios llegaran ahí a buscar sus pertenencias.
Poco a poco la labor de Susana y las demás mujeres cobró importancia y su equipo de trabajo se convirtió en la «comisión de archivo».
Durante el transcurso del día, la labor se hizo más efectiva y cada que alguien gritaba «archivo», Susana y sus compañeras salían corriendo hacia el lugar para inspeccionar los restos, luego lo acomodaban en una maleta y los llevaban a otro punto, donde otro grupo de brigadistas hacía una selección más puntual, antes de trasladar los objetos rescatados hacia uno de los centros de acopio de la zona.
Al final del día, Susana terminó cubierta de tierra, pero satisfecha porque su esfuerzo sirvió para rescatar juguetes, muñecos de peluche, tareas escolares, recibos de luz o de teléfono e incluso una tesis.
Sin embargo, durante el tiempo que Susana estuvo ayudando, no hubo quién acudiera a reclamar las pertenencias, por lo que se retiró del lugar llena de recuerdos de personas que no conoció.