La cocina es un arte que debe consumirse con todos los sentidos.
Candelilla 16 es considerado un antirrestaurante. No tanto porque se contraponga a un establecimiento normal, sino porque hace que cualquiera se cambie el chip gastronómico. Este lugar ofrece una experiencia sensorial única que permite al comensal incursionar en los terrenos milenarios de la cocina nativa mexicana.
El equipo de jóvenes chefs que lo hacen posible, además de hundir las raíces de su proyecto en procedimientos y sabores con tradición remota, concentra en cada bocado horas de investigación en cada uno de los estados de la República.
En Candelilla 16 todo lo que se monta sobre platos y se sirve dentro de copas fue meticulosamente estudiado desde antes. Cada mezcla tiene su exacta razón de ser.
Para asegurar uno de los 18 lugares que hay en su icónica mesa comunal, tienes que reservar con tiempo o conseguir que alguien que ya haya ido te invite. Una vez en el lugar —que exhibe detalles de la riqueza cultural del país—, comprenderás por qué la cocina es un arte que debe consumirse con todos los sentidos.
La dinámica del sitio es así: el tablón se alista para los comensales que, dependiendo de la dinámica en curso, serán vendados de los ojos en distintos momentos del “performance” para llevarlos a un estado de ‘percepción aguda’.
Luego, escucharán historias acordes con las recetas e ingredientes que probarán, harán contacto con olores y texturas del derredor y, finalmente, tendrán un platillo preparado con todo lo que percibieron.
Cada mes la temática cambia y, por tanto, siempre hay algo distinto que probar y de lo cual aprender. No obstante, también suelen hacer comidas para grupos exclusivos, así como catering para cierto tipo de eventos.
El staff de Candelilla 16 ha trabajado en distintas áreas de restaurantes considerados como de “grandes ligas”, por lo que saben lograr un sincretismo entre la alta cocina mexicana moderna y las distintas vertientes culinarias de nuestros antepasados.
Oler, oír, paladear, observar y tocar estas recetas concretadas a la vieja usanza permite disfrutar de lo que sea que se tenga enfrente, como si fuera la primera vez de muchas cosas al mismo tiempo. Es decir, que el restaurante enseña a redescubrir la comida al ritmo de nuestra propia historia.